¿POR QUÉ LAS PERSONAS CON SOBREDOTACIÓN SON UN COLECTIVO VULNERABLE?
La normalidad procesa la información de forma sistemática, recoge datos simples que organiza sin complejidad en temáticas y tiene una forma de trabajo lineal.
Mientras que las personas con sobredotación recogen datos al azar, sin control, de todas partes, le llueven datos que recibe su cerebro y, con los que, dan respuesta a problemas complejos como si fuera por intuición, pero no es por intuición sino porque ese barullo de datos conectó y encontraron la respuesta. Hasta ahí todo perfecto, pero no es tan bonito si se analiza esto y vemos que se traduce o demuestra su organización compleja y que su trabajo no es lineal sino divergente.
Así, un menor con sobredotación en el colegio puede afrontar un problema de matemáticas de cuarto de Primaria de forma distinta a como lo afronta la normalidad, no va a exponer los datos o el procedimiento que se espera, pero sí va a llegar al resultado esperado. Con ello, el profesor se mosquea y el menor se frustra.
- El profesor se mosquea porque quiere que ese menor sea como el resto, ponga en una columna DATOS, en otra PROCEDIMIENTO y en la última RESULTADO.
- El alumno se frustra porque no sabe identificar esos datos simples, no sigue el procedimiento esperado, pero sí llega al RESULTADO.
Tenemos ahí la explicación de la vulnerabilidad de la sobredotación: se les pide ser normales, algo tan absurdo como es pedirle a una persona que está en silla de ruedas, se levante y ande.
No nos entienden y nos piden entender.
Cuando vas creciendo, empeñándote en “APRENDER” a levantarte de la silla de ruedas, es decir a dar lo que quieren como lo quieren, vas lidiando con la frustración del absurdo, cuán difícil y absurdo es perder el tiempo en señalar datos y proceder lineal, si no puedes verlo y rápidamente puedes resolver divergiendo.
Por ello, a todos y estoy convencida que, a todos, les llega un momento en que deciden: ¡hasta aquí! Ya terminado el suplicio de dar al sistema educativo lo que ha pedido, de perder horas y horas sin sentido en la Universidad, de atender a las tareas que te piden en los distintos puestos de trabajo que vas ocupando, llega un momento que decides ¡hasta aquí! Y entonces, bien trabajas por cuenta propia organizándote a tu manera, bien escoges trabajos por cuenta ajena que no requieren aceptar la normalidad como son los bomberos, los investigadores, los médicos, los psicólogos, los maestros, … aquellas profesiones en las que esa “intuición” para dar la respuesta acertada, no exige de la sistematización propia que requieren otros empleos que son A+B+C y que a ti tanto te cuesta y frustra.
En conclusión, la forma de procesar la información de una persona con sobredotación, se canaliza en su forma de resolver, de actuar y de trabajar, que como no es la normal, la que se quiere, te convierte en vulnerable.
Vulnerable a las críticas, a los juicios de valor y a los consejos. Todos absurdos.
- La sociedad normal se empeña en criticar a quien llega al resultado de forma diferente a como han llegado ellos porque a ellos les ha costado tiempo y esfuerzo y a ti no. ¡Como si fuera culpa tuya!
- La sociedad normal se empeña en enjuiciar que tu forma de ser, de actuar, de trabajar no es la correcta porque no es la normal y acaban criticando que no te esfuerces en sacar un 10, tú que puedes y debes; que no mires a los ojos, porque es que hay que mirar; que seas tan sincero porque hay que mentir o que seas tan seguro en tus afirmaciones porque hay que demostrar inseguridad mal llamada humildad y no esa mal etiquetada prepotencia.
- La sociedad normal se empeña en aconsejarte, incluso los más eruditos quieren enseñarte a levantarte de la silla de ruedas.
Así que sí, es una pasada tener sobredotación porque cuando me enfrento a un problema, tengo muchos datos que conectan, aunque yo no quiera y lo resuelvo, pero también es una enorme putada nacer con esa condición en una sociedad empecinada en que debes cambiar tus características biológicas propias para darle el gusto a la mayoría de la población que se sitúa en la norma de la campana de Gauss.
Esto es lo que nos diferencia de la percepción de la vulnerabilidad en las personas con discapacidad frente a la no percepción de la vulnerabilidad en las personas con sobredotación.
La sociedad ve la vulnerabilidad de las personas con discapacidad porque percibe las carencias o afecciones que subyacen de su discapacidad y entiende que no pueden ver un cartel si tienen déficit visual.
Mientras que no ve la vulnerabilidad de las personas con sobredotación porque no ven carencias, sino virtudes y que, por tanto, pueden exigirle que las pongan al servicio de la humanidad tal y como la humanidad quiera que las ponga: linealmente, haciéndonos más vulnerables si cabe porque simplemente ¡no podemos! y ya ni que decir si no queremos porque en vez de físico o ingeniero, se ha decidido, a pesar de tener sobredotación, ser fontanero.
Exigencias versus oportunidades.
Pero hay solución a la atención a la vulnerabilidad DE CUALQUIER COLECTIVO.
Es sencilla.
Aceptar sus características propias y frotar la lámpara.
Por ello yo me dedico a enseñar a cualquier colectivo sin mirar su etiqueta.
Y es que, si tú analizas la forma de procesar la información de cualquier individuo, puedes darle las herramientas que requiere para llegar al resultado acertado y, entonces, ese individuo llegará a su máximo potencial y habrá aplastado lo que lo hace vulnerable a no poder hacer, a la crítica, a los juicios de valor y a los consejos del otro, se querrá a sí mismo porque ha llegado a su excelencia y, con ella, puede construir su futuro y ser feliz.
El buen maestro es, por ello, como Aladín, cogió la lámpara (a la persona) la frotó (le mostró cómo desarrollar su potencial) y lo que salió fue el genio (la excelencia de esa persona, la excelencia que todo individuo tiene, cada uno, una propia, pero ahí está).
Pero mientras la solución se entiende, se atiende y llega… (tener buenos maestros), es innegable la vulnerabilidad de las personas con sobredotación.
Buenos días amores, no os olvidéis de sonreír.
Lectura excepcional que da que pensar.