EXAMEN DE CONCIENCIA

EXAMEN DE CONCIENCIA

¿Por qué cuando estuve mal no hablaste conmigo y ahora que estoy bien, quieres hablar? Le preguntó Carla.

 

He pensado mucho en cómo contar lo ocurrido. Ahí va.

Hace un par de cursos escolares, en Junio de 2021, me fui a entregar los libros al colegio donde cesaba Carla. Un colegio público en el que llevaba 3 cursos escolares. Había sido un curso escolar (septiembre 2020-Junio 2021) para olvidar, pero es imposible no recordar.

Carla tenía 8 años y estaba en 3º de Primaria, ya estaba valorada como alumna con Altas Capacidades  desde el curso anterior (marzo de 2020) y, por tanto, desde entonces precisaba de apoyos que he de decir, nunca tuvo. Pero entre todo el periplo vivido hasta ser valorada (que podéis leer en prensa), sumado a que empezó la pandemia y además había contado con una excelente tutora en ese 2º de Primaria, que antes incluso de su valoración, ya la atendía como precisaba, no tuvimos nada que reclamar. Nada que decir hasta ese 3º de Primaria cuando la incorporación escolar tras el curso pandémico vivido sería un hecho.

Vamos a ello:

Empieza el cole con mascarillas y toda esa parafernalia que se puso en marcha para poder volver a agruparse. Todo marcha bien el primer trimestre, tenemos una tutoría en la que la nueva tutora (también excelente, por cierto), nos comenta que todo va fenomenal, que nada que indicar. Nos dice lo que ya sabemos: “Carla habla que parece más mayor de lo que es y, a veces, tengo que recordarme que sólo tiene 8 años pues no me doy cuenta y le hablo como si tuviera más, pero, por parte de ella, nada que indicar”.

Carla estaba ilusionada con empezar porque, como todos los niños, había pasado 3 meses sin vida social fuera de la familiar y el verano es el verano. Pero también tengo que añadir que sus expectativas quizás eran altas y utópicas pues el haber estado tantos meses, las 24 horas en casa, con la familia que atiende al 140% sus necesidades, le había hecho olvidar que “los demás” no son tan coherentes. Así que ella iba al cole cargada de sus preguntas y razonamientos que, durante la pandemia, SÍ habían sido resueltas y potenciadas en EL HOGAR.

Al principio, no lo advertí. Me decía “joder mamá, me tratan como una niña” y yo le contestaba: “niña eres” y nos reíamos y ahí se quedaba. En enero de 2021, en vacaciones, sí me dijo algo alarmante, pero le quité importancia pues no era sobre ella, sino ¡¡¡SOBRE MÍ!!! Al parecer la Jefa de Estudios le había hecho apreciaciones sobre cómo era su madre y a ella no le habían gustado. Yo le respondí que bueno, que a mi no me preocupa gustarle a la gente, que ya me gusto a mí misma y que, además, a esa señora no la conocía de nada ni ella a mí (que yo supiera), por lo que lo que supuestamente le había dicho sólo se debía deber a prejuicios o películas que se había montado, que no le diera más importancia pues, aparte de Jefa de Estudios es persona y, lo que le dijo, errado, no propio en un centro escolar, sería a título de persona y no de profesional y, por tanto, podríamos correr un tupido velo por una vez. Y ahí quedó.

Llega marzo 2021. Me llama con una crisis de ansiedad enorrrme. Mi hija de 8 años me llama con una crisis de ansiedad enorrrrme. Pónganse en mi lugar o mejor ¡¡¡¡PÓNGANSE EN EL SUYO!!!

La habían permitido salir del colegio cuando ella había dicho que ¡¡¡¡¡no quería!!!!! con una persona no autorizada para estar a solas con la niña por decisión de nosotros, los padres y, recomendación psicológica y así lo habíamos comunicado desde septiembre 2020. ¿A qué venía aquello? Ante la llamada de auxilio y desesperación de mi hija, escribí un mensaje IPASEN al momento. Su padre estaba con ella y, gracias a Dios, había llegado antes de que se distanciara más de 200 metros del colegio pero no podía evitar preguntarme ¿A qué venía aquello? ¿Cuándo desde un colegio se permite que una menor, una niña de 8 años, salga con una persona no autorizada? ¿y si el padre hubiese tardado 10 minutos o 5 más? …. He de decir que Carla tenía ansiedad y yo, pues la desarrollé.

Las explicaciones, por llamarlas de algún modo, llegaron tiempo después. Al principio nos dijeron que desde el centro escolar SE HABÍA DECIDIDO QUE ERA BENEFICIOSO PARA LA NIÑA PASAR UN RATO CON ESA PERSONA NO AUTORIZADA, cuando solicitamos reunión con abogado presente ante tal despropósito, nos la negaron y solicitaron los documentos que verificaran que no habíamos permitido esa autorización, al entregarlos pues, además de tenerlos el colegio, obviamente yo guardo copia de todo, entonces y solo entonces, recularon y ya, sí, fue un error.

No voy a comentar lo expuesto. Juzguen ustedes mismos. Sólo les recalco que desde septiembre 2020 PADRE, MADRE Y PSICÓLOGO de Carla, habían informado de la inconveniencia de que la menor estuviera con esa persona que si bien es familiar, NO ESTABA AUTORIZADA y legalmente NO LE CORRESPONDEN DERECHOS A ESTARLO, por mucho que al “centro escolar” le parezca bien. Además, sigo sin entender eso de “al centro escolar” todavía analizo la cualificación para emitir tal valoración desde lo escolar, porque sí.

La cuestión es que esa barbarie trajo consecuencias, claro. Carla iba asustada al colegio pues ella había pedido no salir con esa persona y, prácticamente, la habían obligado. Además, empezó a contarnos que le hablaban y preguntaban por ello como si estuviera en terapia, pero atentos: no sus profesores, nooooo, supuestamente era la jefa de estudios que no le daba clases, que era profesora de Infantil, que no está cualificada ni llevaba programa alguno de Altas Capacidades, que no se había puesto en contacto con nosotros, su familia para ello; ella era quien, según nos indicaba nuestra hija, había decidido llevar a cabo un programa súper magnífico con la cobaya Carla, un programa que, podría presentar a propuesta para ganar puntos para pedir permanencia en ese colegio. Ummm.

Al principio, he de decir que tuve mis reticencias a creérmelo. Aunque tengo confianza en mi hija, era tan subrealista que llegué a pensar que Carla exageraba, pero resultó que no. Me lo confirmaron. Carla pasaba los recreos en “terapia” con esa persona. Según me dijeron: yo había dado el permiso. Leí el permiso que me dijeron y, obviamente, nada que ver. En él se hablaba de corresponsabilidad familia-escuela por las tareas escolares, porque Carla era muy dada a no hacerlas (recordemos que las personas con Altas Capacidades se aburren con la repetición y Carla te hace 10 divisiones y a la que hace 11 ya busca cómo escaquearse porque ¡¡se aburre!!. También recordemos que como valorada que estaba, había adaptaciones que se podían emprender como, poner 10 divisiones y no más, ¡qué cosas!).

¿Qué cojones hacía entonces la niña en los recreos? Pues entre las 4 paredes se quedará pues allí sólo estaba ella y esa señora y ella dice una cosa y esa señora otra y ella (Carla) pidió contarlo por radio para que lo escuchase todo el mundo y yo le recomendé que evitara enfrentarse a esa señora porque podía usar su autoridad para hacerle el curso escolar imposible y Carla me escuchó pero es Carla y se enfrentó y, por desgracia, sucedió.

De abril a junio de 2021 fue un infierno. Tuvo 4 tutores distintos. Los compañeros de clase, por verla en los recreos en un aula, empezaron a mal etiquetarla con lo que suponían que pasaba (cosas de niños, sí, pero con consecuencias para Carla). Tuvo faltas (partes) inventados que algunos pude ir demostrando eran inventados y otros que ahí quedaron y tuvo, agárrense que vienen curvas: 2 expulsiones escolares a casita. Nosotros tuvimos no sé cuántas reuniones, tiempo invertido en escritos y crisis de ansiedad constantes porque ¡¡¡¡qué coño estaban haciendo???!!! No lo entendíamos. Carla tenía 8 años, estaba en catequesis, conservatorio, taekwondo y enriquecimiento fuera del colegio y TODO ERA NORMAL y era llegar la mañana del lunes y nos hablaban de un demonio de ojos rojos.

Hice, lo que cualquier madre puede hacer: Tener cautela. ¿Y si yo me equivocaba?. Así que contraté un psicólogo especializado en Altas Capacidades y Carla empezó terapia, de las de verdad y con profesional cualificado, para controlar las supuestas emociones erráticas que nos decían, mostraba.

Y entonces llegó la certeza: “No es Carla. Hay algo ahí, en el cole, que la está llevando a mostrar un comportamiento distinto en ese ámbito. Tiene 8 años y es su forma de decir: ¡¡¡Ayudadme!!! No puedes dejar pasar que no puede más. Ella no va a decírtelo porque es muy fuerte y quiere poder, pero tiene sólo 8 años y no puede más”.

Me rompí a pedacitos. Qué estaban haciendo! A una niña de 8 años! A mi hija!

Os juro que los siguientes meses los pasé paseando, pensando, meditando, convenciendo a mi cuerpo para que no se alarmase y a mi cabeza para que perdonase y se centrase en lo importante: sacar a mi hija de ahí. Pero Carla es Carla y yo sólo soy su madre y ella me pidió que no la sacase: “No voy a irme a ninguna parte este curso, mamá. Yo no huyo, porque están mintiendo y si me voy, mentirán más. En 4º puedes cambiarme pero mientras quede un solo día de clase, yo iré a clase y les diré lo que quieren tapar, lo que no quieren escuchar pero van a escuchar porque yo también tengo voz para opinar y no me la van a quitar, eso no”

8 años. Carla, se llama. Y ahí estuvo aguantando improperios, dos expulsiones, partes y hasta una carta que le dijeron que escribieron los padres del aula porque, también le dijeron (que debía ser muy necesario que la niña lo supiera), que nadie la quería.

8 años. Carla, se llama. Y ahí llegaba cada tarde diciendo que nadie la quería, pero ella se quería a sí misma. A lo que su hermano le respondía: ¿Yo soy nadie? Porque yo SÍ te quiero. YO SÍ TE QUIERO! Le gritaba incesante su hermano de 12 años de nacimento casi 17 mentales, otro raro pero como él si es de los del molde, de los que puedes enseñar, del todo 10, a él lo dejan.

8 años. Carla, se llama esa niña que tuvo que, de nuevo, aguantar a una sociedad que quema a quien no entiende, al distinto, al que brilla, al que llaman ¡bruja! Porque es magia, pura magia.

Llegó Junio 2021 y fin, se acabó. Yo fui a llevar sus libros y aproveché para hablar con la directora del colegio por si lo ocurrido, al menos, servía de algo para otros, para otras. Ella escuchó, incluso se disculpó y entonces yo le dije una frase: “Te perdono, yo te perdono pero yo no soy importante ni la que peor lo ha pasado, por lo que mi teléfono estará disponible para que puedas quedar con Carla y disculparte, ahora no, pero algún día, estaría bien”.

El curso escolar 2021-2022 para Carla fue magnífico, ni un parte, ni una expulsión, líder en su clase, hasta hizo las tareas sin remolonear más de 2 minutos. Estuvo en otro cole, claro. Uno concertado. Y es que ya no confío más en ninguno público, lo siento. En los públicos han demostrado que sólo son números, se va uno y entra otro. En este, sin embargo, es Carla, escuchan, atienden y respetan a Carla, a sus diferencias, sin pedirlo.

El curso escolar 2022-2023 también se está desarrollando igual. “Hay que seguir incidiendo en su autoestima”, me dijo hace poco su tutor. Ella intenta demostrar que es fuerte, que puede con todo, que superó todo lo ocurrido, pero a veces se le aprecia pena y falta de confianza en su esencia, se cuestiona si ser tan distinta es bello o no, se pregunta si puede cambiarlo y por qué le tocó a ella esa cabeza y ese corazón.

Van Gogh también se lo preguntó. Veía el mundo de una forma distinta. Lo sentía de una forma distinta. Y nos dejó bellezas de obras para que, el que no puede ver ni sentir como él, se maraville aún sin entender el por qué.

Carla es mi Van Gogh. Es la mujer que más admiro. Me ha tocado de hija y doy las gracias por ello, pues quiero dejar claro que yo no hice nada por moldearla. Se construye sola. Y si no fuera mi hija y pudiera apreciarlo, babearía igual, porque Carla es y hubiera sido especial en la cuna que fuera, sólo que, en la mía, le quitamos los barrotes.

Diciembre de 2022, se produce esa llamada. La directora quiere quedar con Carla. Se lo pregunto y Carla contesta un escueto: Ok. Pero esa tarde me pide salir a pasear y me pregunta que qué pienso yo de quedar. A lo que le respondo lo único que puedo responderle: “Si tú no querías que te quitaran TU VOZ, es tu voz la que tiene que hablar y no la mía”.

Fuimos juntas. Nos sentamos y esperamos. La que fuera directora del cole donde estuvo llegó, se sentó al lado y Carla le pidió que lo hiciera enfrente, no tan cerca. Así lo hizo y le habló A ELLA, Carla escuchó y yo sólo tatué en mi memoria una frase: ¿Por qué cuando estuve mal no hablaste conmigo y ahora que estoy bien, quieres hablar?, le preguntó Carla.

El por qué más simple, era el más necesario para Carla que ya tiene 10 años y muestra cada día esa destreza en el diálogo impropia de su edad. Sus conversaciones y preguntas me siguen fascinando y como a su tutora de 3º, la buena, a veces tengo que recordarme que tiene 10 años pues me da consejos que hacen que salga todo mi potencial. Ella me construye a mí. Está moldeando lo que nunca pensé que se podría moldear. Es mi Camille Claudel.

Siguieron hablando, terminó sus churros, cogió sus regalos y nos despedimos. Paseamos hacia casa en silencio, llegó, le preguntó su padre, le preguntó su hermano y respondió: “Bien”. Se metió en su cuarto, cogió un block, las pinturas que la que fuera directora le había regalado y pintó y pintó y pintó hasta las 3 de la mañana.

Al día siguiente se despertó tarde, su sonrisa la iluminaba. No sé descifrar su pintura, sólo sé que sin entenderla me maravilla, me hace sentir bien, paz, alegría, hasta ganas de moverme, diría que transmite. Yo siempre he amado las palabras, el diálogo, la escucha, la lectura del pensamiento ajeno, la escritura del propio, … con Carla estoy conociendo otra forma de comunicar, otro lenguaje de imágenes con forma y sin forma pero con mensaje. Por ello tengo claro que su dibujo alberga el mismo mensaje con el que termino este relato, porque a veces, se puede cerrar un mal capítulo con un buen final:

“Equivocarse no es malo siempre y cuando sirva para algo. Reconocer `me he equivocado´ es lo primero que se tiene que hacer para que sirva para algo. Y si ha implicado a otro/s, hablarle/s del error como propio, asegurará que sirve para algo: Uno, se sentirá aliviado; el otro/los otros, dejarán de cuestionarse el motivo de su malestar pues dejará de estar. Conclusión: PAZ”

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