LA SOPA DE PIEDRAS

LA SOPA DE PIEDRAS

No decimos lo que pensamos.

Bueno, yo no lo decía.

Hace tiempo que dejé que mis pensamientos llenasen mi boca de palabras o mis WhatsApp de mensajes.

 

A veces, crees que es suficiente con querer a los hijos, hacer cosas por ellos, que lo verán… Pero no, no es suficiente, tienes que decirles qué sientes, qué piensas para que no se lo imaginen, sino que lo sepan.

Os comparto un artículo al respecto que me publicaron el 15/08/2018:

https://www.diariocordoba.com/opinion/2018/08/15/educacion-emocional-36383999.html

 

Tenemos demasiados tabús emocionales.

Todavía hay quién se extraña cuando le doy un abrazo.

Todavía hay quién me dice: “no sabía que eras así”.

Así cómo, me pregunto a veces.

 

Nos han moldeado como guerreros con armadura y escudo.

Nos han dicho: ¡estate en guardia!

 

Yo no sé estar en guardia.

No sé ir con segundas nupcias cuando hablo, me niego a ello cuando escribo. Pero hay veces que cuando el otro se pone en guardia por lo que expones, te dan ganas de decirle lo que creyó que iba a oír. Y, como no sé ni quiero hacerlo, acabo callándome o.… escribiendo en la servilleta de un bar eso que pensé.

Lo escribo, la arrugo y la dejo en el platillo del café.

 

“Quedó dicho”, me digo, me engaño.

 

Hoy quiero recuperar muchos textos huérfanos para promover su acogimiento.

Es fácil. No tienes que pasar muchas pruebas, sólo leer:

 

No somos una especie individualista, somos sociales. Desde el inicio de los tiempos nos agrupamos en comunidades en las que cada uno aporta su parte. Al mejor guerrero no lo apuñalaban, lo hacían líder para que enseñase a otros. Al que sabía cocinar le daban los útiles de cocina y el optimista, el más creativo generalmente era el chamán. Cada uno ponía de su parte.

 

Volvamos pues a poner cada uno de nuestra parte para ser comunidad.

 

Termina una conversación con: “ten un buen día!”, reclama un daño haciendo ver que sólo buscas la corrección, que no es personal. Y cuando alguien te produzca ira, apártalo, al lado hay más, no necesitas a quien no se ha enterado aún de que una sopa de piedras alimenta más que la de bote.

 

Volvamos pues a poner cada uno de nuestra parte.

Volvamos a hacer esas sopas de piedras que decía el cuento:

Érase una vez un viajero que después de recorrer un largo camino llegó a una pequeña aldea. El viajero no contaba con un lugar donde refugiarse o algo de comer. Pese a esto, él tenía la esperanza de que un aldeano amigable se ofreciera a alimentarlo.

El viajero llamó a la puerta de la primera casa que encontró. Una mujer abrió la puerta y el viajero le preguntó si podía ofrecerle un poco de comida. La mujer respondió un tanto molesta:

—Lo siento, no tengo nada que darte.

Y cerró de golpe la puerta.

Entonces, el viajero tocó otra puerta, pero la respuesta fue la misma:

—Lo siento, no tengo nada que darte.

Con mucha determinación, el viajero fue de puerta en puerta siendo rechazado una y otra vez.

Al ver que su plan no funcionaba, se dirigió a la plaza del pueblo, tomó una olla de lata que llevaba en su bolsa, la llenó con agua del río, comenzó el fuego y dejó caer una pequeña piedra en la olla.

Mientras hervía el agua, un aldeano se detuvo a preguntarle qué era lo que cocinaba.

El viajero contestó:

—Estoy cocinando una exquisita sopa de piedra. ¿Te apetece un poco?

El aldeano le dijo que sí y encantado se ofreció a traer zanahorias para agregarle a la sopa.

Al cabo de unos minutos, el aldeano regresó con diez zanahorias de su jardín.

Otro aldeano, con curiosidad, se acercó a los dos hombres y les preguntó qué cocinaban. El viajero le respondió que cocinaban sopa de piedra con zanahorias.

—¡Qué interesante receta! —dijo el curioso aldeano—. ¿Será posible agregarle papas a la sopa?

—Claro que sí —exclamó el viajero.

El curioso aldeano fue a su granja y regresó con una docena de papas.

Un joven pasó y se unió al grupo, trayendo a su madre y todos los platos y cucharas de su casa.

No pasó mucho tiempo antes de que docenas de aldeanos se acercaran al viajero, todos ofreciendo su ingrediente favorito: jamón, champiñones, cebollas, bellotas, calabaza, sal y pimienta. Todos querían contribuir a la innovadora receta. Finalmente, el viajero sacó la piedra de la olla y declaró:

—¡La sopa de piedra está lista!

Y fue así como toda una comunidad se unió a un festejo que comenzó con una pequeña piedra y un gran ingenio.

Cuento tradicional de Inglaterra

© Adaptado por Árbol ABC

Para escucharlo: https://youtu.be/X9kCImtXZ-w

 

Volvamos a mostrar que amar no es un rasgo de débiles sino de humanos, sin más.

Que débiles o fuertes, errados o acertados, seguros o inseguros, si divergimos con el otro, sólo es eso, que discrepamos, pero ello no nos impide dejarlos de amar.

 

Amar a quién piensa como tú o camina contigo, es fácil

Es lo difícil lo que pone a prueba tu capacidad de amar

No es suficiente aceptar la diversidad

Es imprescindible: AMAR

Sé comunidad

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